El 25 de mayo de 1912 se ofreció un mismo menú a más de 4000 comensales en 38 restaurantes repartidos por todo el mundo.
Fue la primera Cena de Epicuro.
El menú estaba diseñado por el chef francés Auguste Escoffier e incluía una buena muestra de la cuidada cocina francesa de este gran cocinero, como los fideos frescos con mantequilla de avellana, la pularda de Francia con gelatina de Orleans o las fresas Sarah Bernhardt (en honor a la actriz).
El objetivo de Escoffier era dar a conocer la gastronomía francesa en todo el mundo y hacerla accesible al mayor número de personas.
Para ello, fundó ese mismo año la Liga de Gourmets, un grupo de amigos que, repartidos por todo el mundo harían de embajadores de la cocina de Escoffier, publicada en sus Cuadernos Epicure.
La preparación de la Cena de Epicuro se hizo con el mayor secreto. El menú elaborado y firmado por Escoffier (con nuevas recetas) debe ser editado en materiales de lujo para convertirse en una obra de arte.
Los chefs de los restaurantes afiliados a la Liga recibirán este menú y las recetas sólo diez días antes, en un sobre sellado. Deben mantenerlo en secreto, si lo traicionan, serán expulsados de la Liga.
Se informa de este evento a los periódicos ingleses y franceses de la época, pero manteniendo el suspense y la incógnita sobre los detalles de este.
Aprovechando que ya existía el telégrafo y un incipiente servicio telefónico, los comensales de todo el mundo -y los medios de comunicación- casi intercambiaban en tiempo real sus impresiones sobre la cena, los platos, el ambiente…
Este evento se convirtió, hace ya más de cien años, en una de las acciones de marketing y comunicación más relevantes que se habían hecho hasta entonces.
La segunda cena epicúrea se celebró el 27 de julio de 1912 en más de 50 restaurantes de todo el mundo, incluyendo el Grand Hotel de Yokohama, que reunió a 5.400 personas. También fue un éxito mundial.
A partir de ese momento, se realizaron sucesivas Cenas de Epicuro cada dos meses, con el mismo formato y diseño, cambiando el menú en cada ocasión.
La última se celebró el 14 de junio de 1914 con más de 140 restauradores participantes de Londres, París, Nueva York, Pittsburgh, Bombay o Lahore y 10000 comensales. La I Guerra Mundial cortó abruptamente esta iniciativa.
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Sorprende la visión que tuvo Escoffier para convertir un menú de cocina en un acontecimiento mundial, más aún en los albores del pasado siglo, cuando el marketing, tal y como lo conocemos hoy, era un desconocido.
Pero todo tiene su explicación.
Desde sus inicios como cocinero, con solo 13 años en el restaurante de su madre, Auguste siempre concibió la restauración como una forma de compartir sensaciones y emociones, no solo como forma de alimentarse.
Además, era de los que creían en que el conocimiento tenía que compartirse, como la mejor vía para que este llegara a más personas y más gente se beneficie de él.
Por eso no solo escribió varios libros sobre técnicas y recetas culinarias, además de Los Cuadernos de Epicuro, sino que se preocupó de formar a miles de cocineros en todo el mundo para que aprendieran las más novedosas y modernas técnicas de cocina, y que aprovecharan el potencial de las materias primas que tenían a su disposición. De hecho, en 1911 funda el “Westminster College” en Londres, una institución especializada en formar estudiantes de cocina.
En 1884 conoce a Cesar Ritz, empresario hotelero, con el que inicia una época de colaboración haciéndose cargo de los restaurantes de sus establecimientos. Primero en el Gran Hotel de Montecarlo y luego en los sucesivos hoteles que fueron abriendo en los siguientes años, como el Savoy, el Carlton de Londres, el Ritz de París y otros en Estados Unidos.
También diseñó menús para los incipientes viajes transatlánticos. De hecho, el último servido en el Titanic fue creación suya.
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La historia de las Cenas de Epicuro, una acción de marketing y relaciones públicas increíble para la época es solo una de las muchas lecciones de estrategia que nos deja Escoffier.
Si nos fijamos bien, todo lo que hizo Auguste Escoffier estaba orientado al mercado al que se dirigía. Y este mercado eran tanto los propios restauradores como los clientes de los restaurantes.
No se limitó a guardarse para sí su conocimiento, sino que abrió las puertas de sus cocinas al mundo entero y, a través de sus libros, sus labores formativas y los múltiples eventos, acercó la cultura culinaria a todos los restaurantes del mundo.
Innovó renovando platos tradicionales y creando otros nuevos como el melocotón Melva, el Tournedo Rossini o las citadas fresas Sarah Bernhardt.
También creó una nueva organización más eficiente en las cocinas, con jefes de partida por tipo de preparación, la forma de presentar los platos (a la rusa y no a la francesa) o la invención de un menú cerrado a un precio fijo.
Y supo utilizar los medios de comunicación de la época para que fueran los que canalizaran todos los mensajes que quería trasmitir, así como sus actividades y eventos.
La primera Cena de Epicuro fue quizás la primera utilización de unas redes sociales de la época -telégrafo y teléfono- para generar viralidad, como diríamos hoy, y crear un boca/oreja que realmente funcionó.
Mirar más allá de lo que es el trabajo de un cocinero, Escoffier fue un pionero de la estrategia empresarial y de marketing.
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- Abrió las puertas de su conocimiento a todo el mundo.
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- Innovó en productos y procesos.
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- Utilizó los canales de comunicación como altavoz de sus actividades.
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- Estableció alianzas con personas y empresas clave (Ritz).
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- Fomentó la colaboración en el propio sector.
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- Creó comunidades con intereses afines.
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- Utilizó el marketing relacional para generar visibilidad internacional.
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Y eso sin dejar de ser uno de los mejores cocineros de la historia, una referencia para todo el sector, incluso hoy día.
Lo que en definitiva consiguió Escoffier no solo se limita a la renovación de la cocina.
Demostró que se puede crear una marca de empresa fuerte y reconocible en todo el mundo, perdurable en el tiempo y asociada a unos valores identificables por todos, como la calidad, el detalle y el perfeccionismo.
Y, de paso, posicionar a la cocina francesa como un referente mundial, que no es poco.
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Como ves, ni las acciones de marketing relacional son algo nuevo, ni la publicidad, ni las redes sociales, ni el branding. Solo se han transformado adaptándolas a nuestro tiempo y a las tecnologías actuales, pero manteniendo su misma razón de ser.
La historia de la Cena de Epicuro de 1912 nos enseña que muchas veces una estrategia de marketing y comunicación no es solo de hablar de nosotros mismos, o de machacar a la audiencia con mensajes que no les dicen nada.
A veces tenemos que mirar un poco más allá de nuestro pequeño mundo y compartir nuestros valores y know-how con la sociedad. Trasmitir lo que nos apasiona como empresa a todo aquel que quiera compartirlo, incluso haciendo partícipes a otros competidores.
Escoffier no de limitó a acumular saber y a trasmitirlo en sus platos. Supo que las personas eran la parte esencial de su misión, desde los cocineros hasta los comensales, y desde los medios de comunicación hasta los propietarios de restaurantes, hoteles o transatlánticos.
Y en toda estrategia de marketing y comunicación hay que pensar siempre fuera de los límites de nuestra pequeño círculo. Entender lo que hacemos, por qué lo hacemos y para quién. No se trata de hacer ruido en las redes o en los medios de comunicación, sino de intentar hacer partícipes a las personas de lo que hacemos.
Colaboración, innovación, comunicación, amplitud de miras, marketing relacional…son algunos de los conceptos que nos deja Escoffier y que hoy podemos poner en práctica en nuestras pymes.
Sin duda, una historia de lo más inspiradora para los que apostamos por estrategias de marketing diferentes.
Por cierto, las Cenas de Epicuro se han seguido realizando de forma intermitente hasta nuestros días. En 2021 se celebró una muy especial para celebrar el 175 aniversario del nacimiento de Auguste Escoffier.
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(Imégenes: página web de los Discípulos de Escoffier. https://disciples-escoffier.com).