Siempre me ha fascinado la naturaleza. En ella descubro sorprendentes curiosidades que siempre me enseñan algo valioso.
Y es que la naturaleza, se dice, es sabia.
Millones de años de evolución, mucho más que los humanos, han conseguido especies altamente especializadas, preparadas para afrontar un entorno hostil y cambiante donde la competencia por el alimento, y por tanto por sobrevivir, es siempre feroz.
Ya señalé hace tiempo en mi blog las increíbles estrategias que despliegan muchos animales para seguir vivos, todas ellas fascinantes. Algunos incluso disponen de estrategias colaborativas con otras especies muy diferentes, una manera de generar una relación win-win.
Quizás la estrategia del calamar de Humbolt sea una de las mejores, creando un espacio libre de competencia gracias a una habilidad única en el mundo animal. Este calamar desde luego sí ha sabido encontrar su ‘océano azul’. Pero hoy voy a detenerme en un animal fascinante, no ya por su perfecto diseño, sino por su capacidad para adaptarse a una situación de peligro de una manera increíble.
El pulpo imitador o pulpo mimético (Thaumoctopus mimicus) es una especie de octópodo que destaca por una característica asombrosa. Es capaz de imitar a la perfección el aspecto y movimientos de hasta al menos, que se sepa, 15 especies de animales, entre ellas la serpiente marina, el pez león, el pez plano, la estrella de mar, el cangrejo gigante, la concha marina, la raya, la platija, la medusa, la anémona o la anguila.
Este inteligente pulpo consigue en pocos segundos convertirse virtualmente en un animal diferente, pero ¿con qué objetivo? Lógicamente, para sobrevivir cuando se siente amenazado por un predador. El pulpo imitador se transforma instantáneamente en la especie que sea más peligrosa para su atacante, por ejemplo, la serpiente marina venenosa, consiguiendo que su predador desista de capturarlo y huya.
Una eficaz defensa que también sirve para el ataque, dado que puede disfrazar su apariencia de pulpo por otra más inofensiva de cara a sus presas. Toda una estrategia.
Detrás de esta curiosa historia del pulpo mimético se esconde una capacidad altamente eficaz no solo en el mundo animal, sino en el nuestro, especialmente cuando hablamos de estrategias competitivas en las empresas: la adaptación.
Los océanos son el elemento donde compiten los animales y plantas marinas. Del mismo modo, el mercado es el territorio conde las pymes luchan por conseguir visibilidad y aceptación. Y donde adaptarse es una de las claves para conseguirlo.
¿En qué consiste la adaptación en el mundo de las empresas?
Sun Tzu, en su conocido El Arte de la Guerra, decía…
‘El éxito en la guerra se alcanza cuidando de adaptarse permanentemente al propósito del enemigo’.
‘Aquel que puede modificar sus tácticas en función de su oponente y así conseguir la victoria podrá ser llamado capitán nacido del cuerno del cielo’.
En el mercado, que es el escenario de guerra de las pymes, la capacidad de adaptación es también, en muchos casos, responsable del éxito. En escenarios cada vez más cambiantes, donde los hábitos y gustos de los consumidores mutan de forma constante, la estructura del mercado de vuelve menos rígida, aparecen y desaparecen marcas y competidores y los avances e innovaciones se dan cada vez en menos tiempo, la adaptabilidad y la rapidez en conseguirla son vitales.
Las grandes empresas han aprendido que el éxito no es del más fuerte o el más grande, sino en aquel que sepa adaptarse mejor a su entorno, exactamente igual que lo han hecho los animales y plantas a lo largo de millones de años.
La adaptabilidad pues, no depende tanto del tamaño o del número de recursos del que disponga la empresa. Bajo mi punto de vista, esta ventaja competitiva, que sin duda es, reside en gran medida en las personas que están en la organización.
La mentalidad de los equipos de una empresa, desde el director general hasta el último empleado tiene que ser abierta y flexible. No hay nada peor que la conocida ‘resistencia al cambio’ que sigue presente en muchas pymes y que les impide salir de su conocido y ‘seguro’ territorio. Da igual que sea una nueva tecnología, un nuevo procedimiento o un sistema de información diferente, muchas personas odian el cambio, solo se sienten seguros en lo conocido.
Y es al revés.
No hay mayor inseguridad en el hecho de no querer cambiar para adaptarse a los cambios. Porque estos se van a producir, quieran o no estas personas, y si no se inicia una adaptación, como en la evolución natural, lo normal es que dejen de existir.
Para poder adaptarse a los cambios se necesita información. Sun Tzu diría que debes conocer a tu enemigo y conocerte a ti mismo. Conseguir esa información sobre lo que pasa en el entorno y contrastarla con los datos internos es otro de los deberes de toda empresa que quiera adaptarse, porque si no, ¿a qué hay que adaptarse y por qué?
La estructura organizativa de las empresas tiene que ser colaborativa, lo que no quiere decir que no haya jefes o departamentos. La información debe fluir a través de los departamentos, así como las tomas de decisiones. Un entorno que es posible implementar sin mucho esfuerzo con la ayuda de las modernas herramientas tecnológicas (por ejemplo, Microsoft Teams).
La rapidez en la adaptación, más en entornos que cambian constantemente, hacen necesario plantearse por lo menos si es factible implantar metodologías para que estos cambios se hagan rápido y a la vez al mínimo coste. Alguna de estas, como Design Thinking y entornos de trabajo como Agile o Scrum están demostrando ser útiles para recortar los plazos en procesos de innovación y cambio. Merece la pena conocerlos y valorar su uso en nuestra pyme.
Como nos ha recordado la reciente pandemia, una rápida y correcta adaptación al cambio puede significar mantener la presencia en el mercado o, en caso contrario, desaparecer en pocos meses. La crisis sanitaria parece haber pasado, pero vendrán muchos más cambios, cada vez más profundos y cada vez más rápidos. Por eso es tan importante diseñar un modelo de empresa que sea tan flexible como podamos.
A pesar de todo lo dicho, sigo pensando en que son las personas las que tienen en sus manos, o más bien en sus mentes, la capacidad para poder adaptarse a los cambios. En el ámbito personal solemos ser bastante resistentes a cambiar, salvo que esté en juego nuestra supervivencia (o dejas de fumar o te mueres en un año).
¿Por qué debería ser diferente en el ámbito profesional?
Si algo me ha enseñado el pulpo mimético, y en general todo lo que leo sobre estrategias animales y vegetales, es que solo sobrevive y evoluciona el que es capaz de desarrollar estrategias para aprovechar las oportunidades del entorno. Imaginación, creatividad y ganas de seguir creciendo son los ingredientes para adaptarse a lo que pueda venir, reducir los riesgos y mirar hacia el futuro con confianza.
Una vez más, la naturaleza nos sigue dando lecciones valiosas para nuestro día a día.
(Foto de portada: Elias Levy, CC BY 2.0 <https://creativecommons.org/licenses/by/2.0>, via Wikimedia Commons).
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