Pues sí, cada vez llega antes. O a mí me lo parece.
Dicen que, conforme pasan los años, el tiempo transcurre más rápido. Aunque no es así, a nuestra mente sí se lo parece. Curioso efecto relativista, aunque en este caso opera al revés.
Un nuevo verano y unos mantras muy viejos. Que si es una época para desconectar, para reflexionar, para volver a retomar el contacto con las personas, la naturaleza, para hacer resumen del curso, para balancear las cosas que nos han pasado, para tomar conciencia de lo importante o para fijarnos nuevos retos.
Mismo verano, iguales calores e idénticas cavilaciones.
Y al final, casi sin darnos cuenta, llega septiembre y volvemos a montarnos en el mismo tigre que cabalgábamos durante los meses anteriores sin poder bajarnos de su lomo…porque nos devoraría.
Nos pasamos el verano pensando en lo que realmente estamos haciendo con nuestras vidas, intentando que sean más plenas y satisfactorias en el nuevo curso, para volver a hacer lo mismo de siempre.
No aprendemos.
Y ojo, que en esto también me incluyo.
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Después de muchos veranos en los que el simple disfrute del ocio, la compañía de amigos y familiares o el descubrimiento de pueblos, ciudades o espacios naturales diferentes fueron la norma, con el tiempo he pasado a valorar la «desconexión», no como un fin en sí misma, sino como forma de ver las cosas con otros ojos.
Y es ahora, después de muchos veranos, cuando me doy cuenta de que he sido engañado año tras año.
Porque siempre hemos dicho que la vida real no es la que vivimos en los meses de estío. Más bien al contrario, cuando llegaba septiembre y nos incorporábamos a nuestras vidas habituales solíamos escuchar la expresión «vuelta a la realidad».
Y no es así.
▶️ ¿Son más reales nuestras vidas de septiembre a junio que en julio y agosto?
▶️ ¿Es nuestra vida durante el verano una sombra de la vida real que vivimos, como en la cueva de Platón? ¿O es al revés?
▶️ ¿Por qué en vacaciones pensamos en cosas que durante el resto del año ni siquiera les dedicamos un minuto?
▶️ ¿Qué es lo realmente importante? ¿Cómo saberlo?
Cuestiones sin duda complejas, pero que pueden despejarse un poco si somos capaces de dar un significado a la palabra clave en esta circunstancia: perspectiva.
¿Qué es la perspectiva?
Según lo veo, es una forma de ver la realidad cambiando el punto de vista habitual con el que la observamos.
Normalmente las personas solemos pensar y actuar de una forma bastante previsible, analizando el entorno de una manera similar y tomando decisiones en función de ello. Es raro, especialmente con el paso de los años, que modifiquemos nuestra forma de ver las cosas. Es un sesgo evolutivo que nos facilita el día a día, ahorrando recursos, que nos ofrece seguridad y previsibilidad.
Bajo esta premisa, la perspectiva con la que vemos las cosas, entre ellas nuestras vidas, es, en la práctica, siempre la misma.
Y solo nos permitimos pensar de forma diferente en situaciones muy concretas, por ejemplo, la pérdida de un ser querido o sufrir una enfermedad grave.
Y también en los momentos de relax mental, como en época veraniega.
Por eso nuestra arraigada creencia en que la vida real no es la de agosto, sino la del resto del año. Es tan persistente en nuestra mente que la hemos hecho real y nunca la cuestionamos.
Pero…¿Y si la auténtica realidad fuera la que descubrimos en estos meses de verano?
Esto es lo que me llevo preguntando mucho tiempo. Y es precisamente la perspectiva la que me ha dado la razón.
Mirar la vida desde fuera de nuestro propio límite nos facilita tomar conciencia de lo que existe más allá de nuestra limitada mirada.
Y es la perspectiva la que nos muestra lo que creo que puede ser relevante para nuestra vida.
Que no es nuestro trabajo, ni nuestra carrera profesional. Tampoco nuestros bienes materiales, como una bonita vivienda o el último smartphone. No lo es el dinero, el éxito ni el poder. Ni las miles de necesidades artificiales que nos hemos creado pensando que nos harían más felices.
Todo lo contrario.
Si miras con perspectiva -y el verano es un buen momento- te darás cuenta de que lo que haces durante el año quizás sea una vida irreal, imperfecta, impostada. Y que tal vez en esta época de descanso estés apreciando las cosas que realmente te hacen sentir la vida con más plenitud.
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Estos son algunos descubrimientos que yo he hecho durante los veranos y que deseo que te inspiren para encontrar los tuyos propios.
✅ Practicar la gratitud cada día. Si somos conscientes de todo lo que tenemos, daremos más valor a la vida.
✅ Apreciar las pequeñas cosas. Casi siempre, en lo más pequeño y aparentemente menos importante está lo más valioso.
✅ Cultivar relaciones significativas. Como siempre, las relaciones con las personas son una fuente inagotable de satisfacciones.
✅ Ser curioso, aprender constantemente. Volver a preguntarse el porqué de las cosas, como cuando éramos niños.
✅ Atrevernos a tomar riesgos, desafíos. La vida se vive solo una vez. No nos arrepintamos de lo que hubiese pasado si nos hubiésemos atrevido a hacer ciertas cosas.
✅ Hacer cosas que ayuden a las personas a conseguir el cambio que buscan. Piensa si tus acciones facilitan las transformaciones que anhelan, tanto en la esfera personal como en la profesional.
✅ Imaginar tu futuro deseado…y trabajar por conseguirlo. La mente, aunque parezca magia, puede crear nuestra realidad.
Ahora pregúntate…
¿Son estas cosas por las que vivo durante todo el año?
¿Es mi vida actual la que realmente deseo?
Séneca dijo hace siglos que El tiempo que se nos ha concedido a todos es tan breve que, excepto para unos pocos, al resto de la gente le abandona la vida en los propios preparativos de la vida.
Es muy probable que la vida que llevamos durante el año no sea la que queremos, ni la que nos merecemos.
Quédate con esta reflexión y pregúntate ahora, en este nuevo verano, si vas a hacer algo a partir de septiembre para cambiar las cosas.
Toma perspectiva y mira con atención. Está en tu mano, en la de todos realmente, vivir la vida que queremos.
¡Feliz Vida!
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