El «ruido» que no nos deja disfrutar de la realidad.

Muchas veces me he referido en este blog, y otras más en LinkedIn, al constante diluvio de información y contenidos que nos cae de forma constante desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Una lluvia de imágenes, sonidos, olores y sensaciones que nos van persiguiendo durante el día como ese mosquito veraniego que no nos deja en paz ni con insecticida.

 

Ese «ruido» toma la forma de un anuncio en medio de nuestro podcast o serie favorita, es el fondo de pantalla mientras estamos en un centro comercial, los reels interminables en nuestros smartphones o los cientos de mensajes que vemos en cualquier página web.

 

Es el Tinnitus de esta era de la hiperconectividad y multipantalla. La era en la que la economía de la atención ha cogido el relevo a la economía competitiva.

 

En pocos años, las empresas ya no compiten por ofrecer los mejores productos o servicios a las personas. Ahora compiten por algo mucho más escaso, el tiempo de atención de todos nosotros.

 

Los millones de dispositivos con conexión a internet se han sumado a los millones de televisiones -inteligentes o tontas- y radios que todavía tenemos en nuestras casas. Y, por si fuera poco, miles de soportes y canales -físicos y digitales- que nos bombardean a todas horas con propuestas o mensajes que ni nos interesan ni los procesamos.

 

Es un zumbido permanente que me temo que, al igual que el Tinnitus, acabe por estar ahí como un compañero indeseado e inevitable. Invisible pero también odiosamente presente.

 

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¿Es este ruido algo que hemos creado en la modernidad?

 

Después de leer estas líneas de la poetisa Sylvia Plath (*), que acabo de descubrir, creo que no.

 

Atento a lo que, con solo diecisiete años (en 1950), escribía a un amigo suyo…

 

Pero hay algo que invade el interior de nuestras mentes y almas cada día. En todas las casas hay una radio. Es cierto, nos mantiene en contacto con el mundo, pero hay muchísimo drama inútil y de sus ondas emana música mediocre que hipnotiza a todos aquellos que son demasiado vagos como para pensar por sí mismos.

 

¡Y la televisión! Tener una televisión se ha convertido en el objetivo de incluso las familias más pobres; sentarse frente a una pantalla y ver los vodeviles ordinarios y el baseball y el fútbol que tan de moda están en el país. Es tan fácil acallar el pensamiento… Es tan fácil ser arrullado a un estado de ensoñación, semiinconsciente, por este entretenimiento queanestesia nuestra inteligencia creativa.

 

Prefiero cien veces más leer un libro o crear imágenes en mi mente que dejar que otra persona piense por mí. Creo que todo el mundo debería pensar e imaginar por sí mismo.

 

¿Para qué vivir si no somos más que un eco y un reflejo?

Interesantes reflexiones de esta escritora tan precoz que hace ya más de setenta años advertía del creciente atontamiento de la sociedad, más pendiente de lo que hacían o decían otros que de vivir sus propias vidas.

 

Ahora que los canales y soportes para la difusión de información, desinformación o simplemente contenido para consumir sin mucha reflexión, se han multiplicado hasta el infinito, me pregunto qué diría Sylvia Plath de cómo han evolucionado las cosas. Ella ya advertía de lo que estaba pasando con la excesiva atención a la radio o la televisión. No quiero pensar en su reacción con todo lo que tenemos hoy a golpe de clic.

 

 

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Las consecuencias del exceso de atención a lo que un medio, canal o soporte emite de forma continua no son menores.

 

▶️ Por un lado, lo más importante, que es lo que señalaba Sylvia Plath, la pérdida del potencial creativo que todos en mayor o menos grado, tenemos. Mientras estemos pendientes a lo que piensan o crean otros, nosotros no pensaremos ni crearemos nada por nosotros mismos.

 

▶️ Otra consecuencia es que nos hace ser menos críticos con lo que vemos o escuchamos. Si todos nos mantenemos de forma pasiva ante lo que nos llega por las pantallas -o auriculares- eso hará que nuestra forma de pensar se uniformice. Desaparece el espíritu crítico y nace, por desgracia, la censura a lo que es diferente de lo que impone la mayoría. Pensar por uno mismo se convierte, como de hecho está sucediendo, en una actividad de riesgo.

 

▶️ Desde el punto de vista de las empresas, la lucha por la atención está llevándolas a poner en marcha unas estrategias de marketing y de comunicación que muchas veces atentan contra los valores de sus marcas o transmiten una imagen que no corresponde a lo que son o representan.

 

Ejemplos recientes son, por desgracia, las campañas de Nocilla (con el famoso Satisfyer) o la plataforma MAX con Victoria Federica para el lanzamiento de la serie La Casa del Dragón.

 

▶️ Y no me olvido de los colaboradores necesarios, las agencias, aunque para ser justos, no todas.

 

Las agencias, como cualquier profesional -yo mismo- que nos dedicamos a poner en marcha estrategias de marketing y comunicación para nuestros clientes, tenemos que encontrar la mejor manera de que estos consigan el cambio o transformación que buscan.

Cuando una agencia no hace lo que es necesario y sin embargo hace lo que el cliente quiere, a sabiendas de que no le aporta valor sino todo lo contrario, está actuando sin ética no profesionalidad. La lucha por la atención (y por no perder un cliente) nos ha llevado a esta situación.

 

Este es el panorama.

 

Cambiar esta situación, al igual que el haber llegado a ello, también está en nuestras manos. Somos nosotros, usuarios, empresarios, agencias o instituciones las que tenemos el poder para modelar la sociedad que queremos.

 

➡️ ¿Queremos personas creativas, críticas y con capacidad para imaginar y hacer realidad nuevas ideas y conceptos?

➡️ ¿Deseamos empresas que sean responsables, éticas y que compitan de forma honesta para ofrecer los mejores productos y servicios al mercado?

➡️ ¿Anhelamos una sociedad en la que se priorice todo aquello que haga de nosotros unas mejores personas y profesionales?

 

Si nosotros mismos nos respondemos con un rotundo «Sí» a estas cuestiones es porque en realidad no queremos vivir atados a una pantalla, de forma pasiva, sin capacidad de reflexión ni de actuación.

 

Queremos y podemos hacerlo.

 

La realidad no es en muchos de los casos lo que las pantallas y el ruido que nos envuelve nos presenta.

 

Siempre pongo el ejemplo de la sensación que produce, a muchos como a mí, disfrutar en silencio de un amanecer. Es un momento donde de repente desparece todo el ruido molesto e inútil que nos suele acompañar y descubrimos de nuevo la belleza de la realidad que nos rodea.

 

Ese es el camino.

 

No hace falta ver un amanecer para redescubrir la realidad. Esta se encuentra en cada lugar y momento de nuestro día a día. Solo tenemos que dejar de prestar atención a lo que no nos aporta nada y nos distrae, y verás cómo aparece como por arte de magia la bonita y atractiva realidad en la que tenemos la suerte de vivir.

 

La sociedad, para avanzar, necesita personas y profesionales despiertos, con pensamientos y criterios propios, no ecos de lo que otros piensan. Reduciendo el ruido que nos atrapa, poco a poco conseguiremos salir de la irrealidad y empezar a vivir una vida propia.

 

Por nuestro bien y por el de todos.

 

 

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👉 (*) Sylvia Plath (Massachusetts, Estados Unidos, 1932 – 1963) fue una poetisa y ensayista norteamericana.

Procedente de una familia de ascendencia alemana, mostró desde pequeña un gran talento para la poesía, escribiendo sus primeros poemas a la edad de ocho años.

Sin embargo, muy pronto presentó un severo trastorno bipolar que la condujo al primer intento de suicidio antes de los diecisiete años.

Sometida a un intenso tratamiento psiquiátrico, pudo graduarse con honores en 1955 en el prestigioso Smith College.

Obtuvo una beca Fulbright para la Universidad de Cambridge, donde continuó escribiendo poesía y conoció al poeta Ted Hughes, con quien se casó en 1956.

Su menguada salud, sumada al divorcio en 1962, la llevaron a quitarse la vida un año después.

Su obra fue reconocida posteriormente, gracias al impulso recibido por parte de Hughes, quien se encargó de promoverla.

Fue la primera poeta en recibir post-mortem el Premio Pulitzer por el conjunto de su obra en 1982.

 

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