Escribo esto mientras la canícula del verano se empeña en demostrar que esto del cambio climático va en serio. Pero, aun así, el calor no me impide pensar y hacerme preguntas que, en esta época del año, tan propicia para una reflexión tranquila y sosegada, se ha convertido casi en un hábito.
Todos los que os dedicáis al marketing y la comunicación, a la creación de contenidos o al diseño de estrategias corporativas quizás me entenderéis mejor. O puede que no, quién sabe, quizás mis elucubraciones sean algo propio de mí y de mis circunstancias.
El verano es tiempo de hacer resumen, de valorar lo que hemos hecho o dejado de hacer en los doce meses precedentes. Un tiempo para cuestionarse, un año más, si hemos conseguido poner en marcha lo que nos proponíamos como objetivos. En mi caso, también para preguntarme si lo que hago sirve para algo o para alguien, ahí está la gran duda.
Uno de los grandes interrogantes que existen cuando creas contenidos, quizás el más importante, es el que plantea si existe alguien al otro lado de la pantalla que llegue a leer lo que has escrito. No hay peor sensación para los que invertimos nuestro tiempo en pensar y generar algo que pueda ser de interés para alguien, que la de imaginar que no ha llegado a ninguna persona, al menos que a ti te conste.
Tengo un amigo que es escritor -no profesional- y que coincide conmigo en tener esa sensación de soledad. Aunque ha autopublicado ya cuatro libros e incluso ha vendido bastantes, teniendo en cuenta las limitaciones del mercado, su sensación sigue siendo la de estar predicando en el desierto. Y le entiendo. Solo los escasos comentarios que dejan algunos entusiastas lectores en Amazon son la prueba de que en realidad alguien de carne y hueso sí está al otro lado.
Si, ya sé que todos somos muy vagos a la hora de escribir un comentario, como mucho un me gusta, que solo consume un segundo de nuestro preciado tiempo. Aun así, observo con cierta perplejidad cómo muchos contenidos que no tienen absolutamente ningún valor, ni siquiera el lúdico, acaparan miles de visualizaciones y comentarios. Me estaré quedando anticuado, debe ser eso, porque cuanto más trato de entenderlo, menos sentido le encuentro.
Y esa es la otra gran pregunta que nos hacemos los que generamos contenidos: ¿le interesa a alguien lo que les estoy contando? Una pregunta que, al menos en mi caso, suele quedar sin respuesta.
Tendemos a pensar que lo que consideramos relevante para nosotros también lo es para aquellos a los que nos dirigimos y, la mayoría de las veces, eso no es cierto. Como puedes comprobar tu mismo, una entrada en la que hables sobre cómo optimizar tus mensajes en la comunicación con tus clientes tendrá mucha menos repercusión general que un video de gatitos intentando pescar un pececito en una pecera.
Sí, por supuesto que hay que tener en cuenta el perfil del público al que te diriges. Probablemente, el amante de los gatitos no sea el perfil de tu cliente ideal y un contenido sobre comunicación corporativa tendrá menos interés general, pero el poco que tenga estará muy segmentado. En otras palabras, los contenidos de valor, en mi caso de marketing y comunicación, los leen solo los que realmente tienen interés en ello, empresarios orientados al marketing o profesionales como yo. Y poco más. Hay que admitir que en el mundo existen más amantes de los gatitos traviesos que personas interesadas en cuestiones empresariales. No hay más.
Lo que me lleva a una tercera reflexión. ¿Por qué creo contenidos? Y no, no es por la razón obvia en la que estás pensando… Muchos crean contenidos para ganar dinero (Youtube por ejemplo…), otros para generar marca y algunos ilusos para ganar clientes.
En mi caso, confieso que me gusta escribir. Pero, detrás de los contenidos que publico, hay un trabajo previo en el que dedico mi tiempo a pensar en los temas que puedo abordar, la manera de desarrollarlos y comunicarlos, así como un análisis muy subjetivo sobre la relevancia que puede tener.
Te preguntarás si pienso en el perfil del lector a la hora de elegir los temas. Y mi respuesta es “no siempre”. Por un lado, hay cuestiones que considero claves en el marketing y la comunicación, y no puedo obviarlas a pesar de que no tengan especial tirón entre los posibles lectores. Pero, por otra parte, estoy atento a lo que preocupa de verdad a estos lectores (empresarios, directivos o profesionales del marketing) y busco temas que puedan dar respuesta a esas inquietudes.
En realidad, no puedo dejar de lado las cosas que creo importantes, pero debo atender también a las preocupaciones reales de los lectores. Un equilibrio que es complicado de mantener, pero que es casi una obligación para mí.
Así que, lo creas o no, mi principal motivación para escribir en un blog es “porque me gusta”. A partir de esta realidad, intento además que lo que humildemente escribo tenga algo de valor para el lector, que le invite a pensar y que le sea útil.
Estoy convencido de que muchas de las sugerencias, ideas, técnicas o herramientas de las que hablo no serán puestas en práctica por los que las han leído. No todo vale para todos, como siempre indico en mis entradas. Pero tampoco es mi intención. Con que consiga que la persona piense un poco sobre lo que ha leído, me doy por satisfecho. Si además le inspira para plantearse una nueva forma de hacer marketing y comunicación…¡Mucho mejor!
Si eres de los que de forma habitual leen este blog, verás que no solo creo contenidos sobre marketing y comunicación. Habrás notado que, de vez en cuando, invito a profesionales de diferentes áreas para que también ellos sean trasmisores de conocimiento. A través de entrevistas o contenidos editoriales han tenido mi canal a su disposición. Y no te haces idea de lo feliz que me hace.
Pero en la vida de un profesional hay muchas más inquietudes, como puedes imaginar. En mi blog y en LinkedIn suelo tratar otros temas que también son de mi interés (y espero que también el de otros), como los avances científicos (especialmente Física y Astronomía), temas relacionados con el comportamiento humano (con su correlación como consumidor) o libros que por alguna u otra razón me han gustado y que he querido compartir.
Pero al final, aunque escriba principalmente por gusto, la inquietante pregunta ¿Hay alguien ahí? sobrevuela sobre mi cabeza cada vez que me pongo ante el teclado. Curiosamente, es la misma pregunta que se hacen los científicos al mirar a las estrellas. En su caso todavía siguen esperando respuesta, como muchos de los que nos dedicamos a la creación de contenidos.
Pero, aunque parezca que estamos solos, que comunicamos al vacío, de vez en cuando alguien te dice que lee lo que publicas, que le gusta, y te anima a seguir. Por eso, y porque me sigue gustando escribir, sigo publicando.
Si eres de los que también elaboran y difunden contenidos, sea cual sea el formato, quizás te sientas identificado con todo esto, o quizás no, lo que querría decir que tienes muchos seguidores activos. En este caso, ¡mi enhorabuena!
Y si eres de los que de vez en cuando echan un vistazo a la red a ver qué hay de nuevo que sea interesante (y no hablo de gatitos 😉), solo piensa que detrás de ese contenido que te parece uno más, hay una persona que ha dedicado su tiempo con ilusión a compartir con otros su conocimiento, opinión o experiencias. Si además te gusta, házselo saber, no es un gran esfuerzo comparado con la alegría que vas a regalarle. El mejor estímulo para seguir.
¡Espero que la canícula veraniega no te derrita!