En 1942, Viktor Frankl, neurólogo y psiquiatra austriaco fue detenido por los nazis y trasladado a un campo de concentración. Hasta 1945, año en que fue liberado, pasó por varios campos de exterminio, incluido Auswitz. Una vez libre, constata que su mujer, padres y hermano, así como muchos otros familiares y amigos no habían sobrevivido. Su dolor y soledad fue inmenso en las semanas y meses posteriores a la liberación. Lejos de hundirse, superando varias veces la idea del suicidio, consigue poco a poco rehacer su vida trabajando como docente en la Universidad de Viena, así como ejerciendo su profesión de neurólogo. Escribió más de 25 libros y obtuvo 29 doctorados honoris causa de distintas universidades. Murió con 92 años después de una vida entera dedicada al mejorar la calidad de vida de las personas y a trasmitir el potencial que todos tenemos para superar las adversidades que encontramos en nuestro día a día.
Viktor Frankl es un magnífico ejemplo de una capacidad que poseemos todos, en mayor o menor medida, que se conoce como resiliencia. El DRAE define la resiliencia como la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. Como he señalado, TODOS nacemos con esta capacidad, aunque no la hayamos desarrollado para aprovechar sus beneficios en la vida personal y también profesional.
Caerse está permitido, levantarse es obligatorio.
En el terreno personal, estamos acostumbrados a recibir reveses casi todos los días, es difícil no admitir que la vida consiste en un continuo baile entre momentos agradables (éxitos) y situaciones frustrantes (fracasos). Y cada vez que nos encontramos ante algo que no ha salido como esperábamos, solemos pasar página y seguir adelante. ¿Y en nuestra actividad profesional? ¿Cómo afrontamos en el terreno empresarial los fracasos?
Desgraciadamente, cuando hablamos de trabajo la vara de medir es diferente. Si se trata de abordar proyectos o estrategias que involucran a personas y a recursos, fallar no suele estar entre las posibles opciones de resultado. Y, además, es habitual que los responsables sean apercibidos por los posibles errores cometidos. Sin embargo, como decía Henry Ford “el fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia”. El fracaso es una oportunidad para analizar lo que hemos hecho para aprender en el futuro a evitar los errores cometidos y mejorar nuestra tasa de éxito, “no hay nada que aprender del éxito. Todo se aprende del fracaso”, decía el gran David Bowie. Si esto es así, tenemos que aprender a convivir con el fracaso en la empresa para lograr levantarnos cada vez, aprender e ir avanzando poco a poco en la consecución de los objetivos que tengamos como organización. La pregunta es… ¿cómo lo hacemos?
Un primer paso para superar obstáculos: la visión positiva.
Superar obstáculos, aceptar que el fracaso es parte del ciclo natural de una empresa, necesita de una actitud positiva por parte de los profesionales que componen la organización, especialmente de sus cuadros directivos. Así, creo que los responsables de las diferentes áreas funcionales, con el CEO a la cabeza, deben de promover un ambiente de trabajo positivo que contagie a toda la organización y les haga sentir como suyos los diferentes proyectos y estrategias que se emprendan. ¿Cómo trasmitir esto?
- Facilitando el trabajo colaborativo, en el que la comunicación arriba/abajo y horizontal sea fluida.
- Creando espacios para la iniciativa personal, que cada persona pueda aportar sus ideas al proyecto común.
- Estableciendo unas metas comunes en las que también estén reflejadas posibles desviaciones y acciones correctivas.
- Formando a las personas en habilidades específicas que refuercen su confianza y autoestima (y que son complementarias de las acciones formativas habituales).
- Diseñando planes de carrera que motiven y sean ilusionantes.
- Utilizando el optimismo y, por qué no, el humor en las relaciones diarias.
Son algunas líneas de actuación que generan un buen ambiente de trabajo, crean el clima adecuado de confianza en los equipos y predisponen a una actitud más resiliente ante los posibles problemas que seguro surgirán al abordar estrategias o proyectos. Indudablemente, cada pyme deberá adaptar cada plan de actuaciones a su caso concreto, pero es este paso inicial una de las claves para reforzar la capacidad de superación de empleados y directivos, una tarea que debe partir de la dirección general y llagar a todos los departamentos de la empresa.
Consecuencias positivas de fomentar la resiliencia en la empresa
Orison Swett Marden fue una persona carismática que, además de lograr superar en su vida personal múltiples reveses, cambia su actividad profesional un día y orienta el resto de su vida a promover la mejora de las capacidades de las personas para superar dificultades. Escribió un libro de mucho éxito “Pushing to the Front” (“Empujando al frente”), leído incluso por varios presidentes de Estados Unidos y que inspiró, entre otros a Henry Ford o Thomas Edison. Una de sus célebres frases refleja por qué es importante superar las adversidades: “No se sale adelante celebrando éxitos sino superando fracasos”. De hecho, se obtienen siempre más enseñanzas de los fracasos que de los éxitos. Algunos ejemplos:
- Se detectan los fallos cometidos, con lo que en la siguiente fase las posibilidades de acierto mejorarán.
- Se prueban estrategias que, aunque no hayan sido efectivas, pueden contener partes interesantes que nos aporten alguna enseñanza para el futuro.
- Se ha movilizado a un equipo para conseguir in objetivo común. Aunque no se consiga el éxito, se ha demostrado cómo trabajar de forma coordinada, un gran entrenamiento para ulteriores proyectos.
Levantarse de un fracaso con la mochila llena de nuevas enseñanzas en sin duda una buena manera de fortalecer la resiliencia en la empresa. Insisto en que los responsables de área tienen que ser los impulsores de este enfoque, solo así las personas que dependen de ellos podrán armarse de esta desconocida capacidad con la que todos contamos en potencia.
La resiliencia hace mejores a las personas…y a las organizaciones.
Trabajar con personas que tienen una alta capacidad de sobreponerse a las adversidades les hace personas más fuertes, tienen una visión más optimista de las cosas (relativizan mejor las cosas negativas), son más flexibles y encuentran siempre una solución a los problemas más complejos. Todos estos beneficios que consiguen las personas resilientes se trasladan a su vida personal y, en lo que nos interesa ahora, a su vida laboral.
Las empresas que cuenta con estas personas son capaces de superar los problemas y dificultades con los que siempre tienen que convivir como organizaciones. Adquieren mayor visión de conjunto, saben reorientar sus estrategias de forma adecuada y, sobre todo, son capaces de reaccionar de forma positiva ante cualquier obstáculo que encuentren. En definitiva, se convierten poco a poco en unas empresas más competitivas y con mayores oportunidades de éxito.
“Caer, levantarse, volver a caer, y volver a levantarse, eso es el Judo”, decía un profesor de este deporte. Como la vida, que está llena de picos y valles que tenemos que atravesar, la historia de una empresa también debe superar las posibles adversidades que va encontrando de una manera natural y con confianza. Será una “empresa resiliente”.